La música es estridente, pero ya no me aturde. Necesito otro trago. Estoy demasiado sobrio. Pasa, me atropella en medio del tumulto. Está bien, bastante fuerte. Con algunas copas de más. La tomo de un brazo, la beso. Fugaz, con pasión. Espero, expectante. Me mira y baila. Bailo. Nos empujan. Empujamos. Sonreímos. Aterrizamos en la barra. Hago una seña y nos sirven algo. Acaba su bebida en un instante. Me agarra de la mano, salimos. Caminamos hacia la costa. Cruzamos dos o tres palabras. Nada especial. Sólo tonterías para llenar el silencio. La noche es cálida. La luna llena, luminosa, me invita a un comentario. Se ríe a carcajadas. Se escucha el ruido de las olas. Nos quitamos las zapatillas. Siento la arena húmeda. Arranco la rama de un tamarisco. Corre por la playa. Parece divertirse. Algunas fogatas, a unos metros de distancia. Anuncian entreveros de cuerpos. Diviso unos médanos. La llamo y trepamos. Buen lugar, casi un privado. No soy exhibicionista. La miro y espero. Se arrodilla, vuelve a reírse. Recorre mis piernas con sus uñas. Me lastima un poco. Me impaciento. Me baja las bermudas y el slip. Algunos segundos de estimulación. Comienza su tarea. Es buena, tiene oficio. Me quedo quieto. Cierro los ojos. Siento el ajetreo. El movimiento acompasado de su cabeza ya me aburre. La aparto, la tumbo de espaldas. Subo la remera, bajo el corpiño. Son chiquitas, se ven muy planas. Recorro con la yema de los dedos. Aprieto. Froto hasta que se ponen duros, muy duros. Gime, bajito. Ahora, la minifalda hasta la cintura, la tanga vuela por el aire. La miro a la cara, alcanzo a ver sus ojos, bien abiertos. No quiere perderse nada. Abro, penetro. Vaivén lento, demoro, disfruto. Soy un clásico, sigo el manual al pie de la letra. Poco a poco, aumentar el ritmo, detenerse un instante, demorar el clímax. Alguien pasa cerca, más allá de las dunas. Se escuchan gritos, un par de borrachos. Sólo una distracción de segundos. No perturba mi mecánica en absoluto. Acelero. Ella se arquea para mejorar el acople, echa la cabeza hacia atrás. Se muerde los labios. Sólo el rítmico sonido de mi cuerpo pujando contra el suyo. Acabo. Parece que ella también. Saco, me limpio con su bombachita. Me tomo un respiro. Me levanto de un salto. Quito la arena de mis muslos, de los brazos. Me acomodo la ropa. Me voy sin saludar.
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