Éxodo, huída y retirada.

Tu presencia

Tu ausencia pretende instalarse
donde no tiene permiso.
Pide a gritos hacerse forma,
devorar el espacio,
arrasar el silencio.

El aire de la mañana
se violenta con la amenaza
y el vacío arremete,
con intención firme y clara,
con la aniquilación como meta.

Y otra vez es resistida
y su impulso queda en nada:
salgo airosa de la batalla.

Porque no hay vacío sin permiso,
no hay desazón sin acuerdo,
no hay tormento sin avenencia.

Tu ausencia no es ausencia,
no es vacío,
no es nada.



Tu ausencia


Me despertó el rechinar de la puerta principal. "Tengo que aceitar esa bisagra", volví a pensar esa mañana.
Mientras afinaba el oído esperando el sonido de tus pasos en la escalera, el aroma del café recién filtrado llegó hasta mi cama. Antes de abrir los ojos, sentí la caricia del aire fresco que entraba por la ventana, y agradecí en silencio por los últimos días cálidos que seguíamos teniendo.
La casa se fue llenando de tu presencia.
Una sonrisa se asomó en mi cara y me invadió una oleada de felicidad, por todo, por nada en particular, por la vida como yo la conocía.

Entonces me levanté y un frío helado me entró en el cuerpo. Ya debería prender la calefacción. El frío llega un día, de repente y sin aviso.
Bajé a la cocina: otra vez el automático de la cafetera titilando, otra vez me quedo sin café. Maldita tecnología, inútil, vacía y llena de falsas promesas.
Me cambié con prisa y sin ganas y fui hasta la puerta principal. Ví que seguía con llave, y al abrirla sentí que el frío me mordía la cara.
Salí a la calle y a la vida en ayunas, preguntándome si hoy sería la última vez.



Oposición


La calle me recibió con un sol radiante. La sorpresa me obligó a dar vuelta la cara y esconder los ojos. Me encontré sintiéndome a la vez extrañada y maravillada por este vuelco tan inesperado.
Diría que fue con cierta timidez, a falta de una mejor palabra, que empecé a caminar hacia el día. No sé si el sol brillaba de una manera particular, pero por alguna razón indescifrable el verde no era verde sino esmeralda, pistacho, verde menta. Tampoco el cielo era azul; más bien turquesa, cobalto, azul pavo real. Reticente quizás sería más exacto.
La cuestión es que el resplandor de semejante sinfonía me animó bastante, y en ese momento el día volvió a empezar.
Y entonces la mañana me sonrió, el día se volvió dócil, y la tarde me reveló un par de secretos que necesitaba recordar.
Y así fue como todo fue fértil y fecundo, todo volvió a llenarse y a rebalsarse, y ya no hubo lugar para ausencias ni vacíos.
Al fin mi presencia volvió a encontrarme.



Corolario


El horizonte que sube y baja, denso y brillante tras la lluvia, visto desde mi hamaca.


agus

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