El hombrecito del azulejo

A la vuelta de mi casa hay un hombrecito que duerme en la calle. Es una persona en escala, mide un metro y medio, más o menos. Tiene rasgos de nene, pero la piel de su cara está arrugada como una pasa de uva. Le calculo unos cincuentipico de años. Tiende su cama en la vereda, a la sombra de un balcón, contra la pared de una casa que tiene mármoles negros en el frente. Cuando llega la tarde, desenrolla una par de frazadas y las estira suavemente, con lentitud y prolijidad, evitando que queden pliegues o las puntas dobladas. Lo vi varias veces hacerlo, se toma su tiempo. Actúa como si estuviera en su propia casa. Se acomoda dando la espalda a la calle, apoya su cabeza justo donde hay un pedazo de azulejo tapando una parte rota del mármol y duerme como si tuviera techo y paredes y las ventanas evitaran todos los ruidos.

Me llama la atención por varios motivos: tiene el pelo corto, bastante oscuro para su edad y siempre bien peinado; usa un saco cruzado a cuadros, camisa y pantalón de jean. Todas las prendas están limpias y sus zapatos brillosos. Cuando vuelvo de la iglesia, paso por ahí y lo encuentro dormitando, acurrucado en su cama y veo que tiene una mano metida en su entrepierna, por adentro del pantalón. Se toca con total desparpajo.


Hilario González

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