Barajar de nuevo


Llegué de trabajar. El estaba haciendo fiaca, mirando la tele.
Lo miré desde la puerta, necesitaba guardarme esta imagen: se acomodaba el pelo rubio, se rascaba la rodilla y me hacía un gesto con la mano invitándome a sentar a su lado.
Me senté en la cama y le dije que quería que habláramos.
Apretó el control remoto y apagó el aparato.
-Te escucho –dijo, y me clavó su mirada gélida.
-No quiero más. Se terminó - dije yo.
Empezó la charla. Su tono era pausado, pero no calmo.
¿Por qué?¿Qué querés hacer? ¿Qué necesitas? ¿Qué paso, ahora?


Hablamos durante horas. Y le explicaba: mis necesidades, mis ganas de crecer, de probar un proyecto, de vivir sola un tiempo.
Repetía mis palabras en otro tono, irónico, sarcástico:
-¿Vivir sola? ¿No conmigo? ¿La casa? ¿Nosotros? ¿Nuestro proyecto?
¿Te acordás que teníamos un proyecto juntos, vos y yo?
¿Dónde quedo yo? ¿Pensas en mí, en esto de "necesito estar sola"?
Yo no importo un carajo, ¿no? - me gritó.
Se levantó y empezó a dar vueltas por todo el cuarto. Se agarraba la cabeza, giraba su cuello, se me acercaba y me miraba a los ojos, y repetía la última frase con furia.

No había vuelta, esta vez y después de 10 años se terminaba y de verdad.

Me vi a mí misma, tenía 16 años y estaba enamorada de este señor que hoy tenía al lado, adolescentes los dos, con escasos años de diferencia. El mundo era un lugar increíble: secundaria, playa, pensar en qué íbamos a estudiar, y soñar la vida juntos.

El estudió diseño, yo comunicación. Nos cruzábamos en el Pabellón III de Ciudad Universitaria. Celos, peleas, reencuentros. Descubrirnos fue divertido, y a pesar que, en estos diez años nos separamos varias veces (viajes, estudios, terceros), aparecía uno u otro con alguna excusa. Siempre existía la puerta para volver.
¿Porqué? creía que era lo mejor que me iba a pasar. Porque lo conocía y me parecía un lugar seguro.


Fuimos a almorzar un mediodía después de seis años de no vernos.
Yo había conseguido una pasantía en un diario, trabajaba mucho, pero me encontré con una profesión que me maravillaba, y me sentía feliz, él me contó que diseñaba muebles y los vendía en algunas casas de decoración, que estaba bien; en algún momento todo encajó.
Yo creía que estar enamorada eso: alguien que me dijera por dónde ir. Que me cuidara y soltara un "te quiero" de vez en cuando.

Volvimos, y al amor se sumaba el trabajo, la familia y la alegría general de nuestro reencuentro. Me di cuenta tarde de que esta historia terminaba.

El decía que yo lo completaba, hacía proyectos, de nosotros, con cuatro hijos, y una doble lectura acerca de mí y mi tiempo: de qué me iba a ocupar, donde iba a vivir, que tipo de vida íbamos a tener.

Un día me senté enfrente de la computadora.
Ví pasar imágenes de lo que podría ser una vida juntos y me descompuse.
Me encerré en el baño y lloré.
Pensaba qué me enamoró de él: su inteligencia, su capacidad de resolver, su seguridad en sí mismo. Era irónico, posesivo y bastante cabrón.
Un tipo hábil, que sabía cuándo sonreír y cuándo callarse la boca.

De pronto tanta seguridad me asfixiaba, y había riesgos que necesitaba correr.

Entendí que no quería ser la mitad de nadie, no sabía si me interesaba tener hijos, o casarme. Solo tenia en claro que él representaba lo que no quería más y tenía que encontrar la manera de decírselo.

- Vos sin mí, no sos nada, nena- me dijo - no vas a poder sola, vas a volver, siempre volvés –remató con sarcasmo, mientras me agarraba fuertemente del brazo y me soltaba con rabia.
Lo prefería así y no lastimoso, era más fácil salir.

Me fui, caminé un rato, y la sensación de viento en la cara me dio un poco de alivio.

Lo encontré varios años después, de casualidad en un café, estaba casado y con un bebe en brazos, me puse nerviosa y pensé "¿estaré linda?, me sonrió, Y se acercó:
-¿Cómo estas? ¿Qué es de tu vida?- preguntó con calidez.
-Bien, trabajando mucho - contesté nerviosa.
-¿Trabajando mucho? preguntó algo contrariado, no podría asegurar el tono.
-Sí –dije algo incómoda- estoy bien, estoy con alguien, contenta.
Me miró relajado, y dijo: -Me alegra, se te ve bien.


Antebi

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