Mi vida y yo

7:00 / Suena y me sobresalto. Manoteo. Apago el despertador. Me doy vuelta, estiro una pierna. Me sobra espacio en la cama. Cierro los ojos para encontrar, para perderme en ese sueño. Ella se veía tan bella. Poder recortar la escena. Apoyarla en la mesa de luz. Tenerla a mano en cualquier momento.

Me levanto.

Baño, pis. Espejo, dentífrico. Bañera, ducha. Cocina, luz. Hornalla, llama. Pava, agua. Azúcar, tazas, leche, mesa. Vuelco el agua en la taza. Me gusta cómo se oscurece cuando agito el saquito de té. Unas gotas de leche se derraman sobre el mantel. Siempre ocurre lo mismo cuando el cartón recién se perfora. Ah, el diario, asomando siempre por debajo de la puerta. Me encanta leer el diario a la mañana. No importan los titulares.

Se oye un sonido agudo. Voy hasta el cuarto de Rodrigo e intento inútilmente que se detenga la alarma del celular. Mi hijo estira una mano desde la cama y lo logra. Balbucea algo. El sabrá. En el otro dormitorio, Anita duerme. Vaya uno a saber a qué hora despertará la nena. Vuelvo a lo mío.

8:12 / Coloco el cidí de Bajofondo en el estéreo. Manejo por las mismas calles hace años. Hoy percibo cosas nuevas. Mi perspectiva ha cambiado, el mundo gira en otro sentido. No sé. Se viene abajo el cielo. El auto se colma con una voz que lija el aire, aguardentosa, la voz de Santullo.

"Suelo mojado, el tránsito encajonado / como un perro que ladra encerrado / en una trampa desconocida."

Las nubes se cierran. Las gotas se aplastan contra el parabrisas. Las escobillas las exterminan. Arrecia el chubasco. Un rayo se muestra y se esconde en un segundo. Fugaz. Hermoso.

"La lluvia que salpica la memoria enrojecida por la nostalgia / como lágrimas partidas / como lágrimas perdidas."

Los charcos multiplican la ciudad. Casas, autos, peatones reverberan en el espejo líquido. Se desdibujan, se disuelven en algunos colores, en varios grises. Un calor húmedo me va envolviendo, pero no puedo abrir la ventanilla. Me gusta.

"Tiempo mejor, cielo de miel / ahora que sale el sol / y empieza a calentar la piel."

Guau. Qué momento.

8:55 / Bajo molesto del auto, luego de estacionar a una cuadra de mi trabajo. La lluvia perdió su encanto. El maletín, una carpeta, el paraguas, algo sobra. Piso una baldosa floja. Me empapo hasta la rodilla. Puteo.

Toco el portero eléctrico. Me abren, entro rápido. Saludo a mis compañeros con un buen día y un gesto. A las chicas les doy un beso. Se ofenden si paso de largo. Una, dos, tres, la cuarta es Mara. Me recorre un brazo con su mano, me aprieta, me mira con sus ojos verdes. ¿Cómo estás?, me dice. Sostengo la mirada cuatro segundos. Al quinto reacciono, repaso con la lengua mis labios resecos, busco la respuesta adecuada. Muy bien, contesto con esfuerzo, exhalo un suspiro. Zafo de su apretón con un movimiento imperceptible. Me incomodan las personas que hablan y te tocan. Soy reacio a los contactos físicos. Pero Mara me inquieta mucho. Mucho. Media vuelta y subo al primer piso, a mi oficina.

Me olvidé de la lluvia.

20:10 / Paseo por todos los canales de cable. Con el control remoto, disparo a repetición sobre el televisor. Una hora frente al aparato y no veo nada. Ana prepara la cena. Spaghetti con crema. Se esmera mucho, ahora que es dueña y señora de la cocina. Escucho a Rodrigo tocar la guitarra en su cuarto. Un blues, suena tan bien. No conversamos mucho, él y yo, pero el jazz es una esquina donde nos encontramos bastante seguido.

Anita nos avisa que la comida está lista. Ha extendido el mantel sobre la mitad de la mesa. Antes, la ocupábamos completa. Nos sirve y nos mira expectantes. Muy ricos, exclamamos casi a dúo. Se hincha como un pavo. El televisor sigue encendido, registrando nuestras vidas. Rodrigo comenta que lo aplazaron en el parcial. Lo aliento, pronostico que en el próximo no va a fallar. Mi hija se ha peleado con una de sus amigas. Ocurre una vez por semana. Jura que no la va a llamar. Cuento dos o tres pavadas. Vamos terminando. Hoy me toca lavar los platos.

12:06 / Los chicos ya se han ido a dormir. Me aburro en un foro. Dejo algún comentario en un texto que leo distraído. Nada para retenerme frente a la pantalla. Apago la computadora.

Llega uno de los mejores instantes del día. En el dormitorio, recostado sobre las dos almohadas, abro el libro al azar. Son textos breves, se dejan abordar sin exigir lectura de las páginas previas. Leo.

"El amanecer abre un tajo ondulante en la negra neblina y separa la tierra del cielo.

Inés, que no ha dormido, se desprende de los brazos de Valdivia y se apoya en un codo. Esta toda empapada de él y siente ferozmente vivo cada rinconcito del cuerpo; se mira una mano, en la brumosa primera luz; la asustan sus propios dedos, que queman. Busca el puñal. Lo alza."

Qué hijo de puta este Galeano, pienso. Me gustaría escribir esas líneas, alguna vez. Avanzo en la lectura, persistente. Lucho por mantener abiertos los ojos. No puedo. Cierro el libro, apago la luz, extiendo el brazo. La cama de dos plazas es inmensa. Junto a mí, el hueco. Tal vez sueñe. Me oscurezco, me duermo.

Juan Carlos Sánchez

1 comentario:

  1. Hola compi de blog ^^
    Andaba echándole un vistazo a los blogs y creo
    que te puede interesar el mío si te gusta leer literatura personal,
    informarte sobre la actualidad (belleza, salud, videojuegos) y debatir
    sobre los acontecimientos de la vida y filosofar un poco.

    http://insolitadimension.blogspot.com/

    Únete si lo deseas. Gracias ^^

    PDTA: ¿Y por qué literatura mínima...? ¿Un mínimo de cultura podria ser?

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